Cuando el concurso no termina en la presentación

La Fede,

Presentas. Sudas la camiseta. Inviertes horas, equipo, ilusión. Y cuando por fin entregas la propuesta, el cliente responde: “Nos ha gustado mucho, pero ¿podéis rehacerlo con este enfoque que ahora creemos más adecuado?”

¿En serio? ¿Un re-trabajo del concurso? ¿Otra vuelta, más horas, más recursos… después de haber jugado el partido completo?

Este tipo de prácticas —cada vez más frecuentes— tienen un coste enorme para las agencias: económico, emocional y organizativo. Se descuadran agendas, se tensionan equipos y, muchas veces, lo que se pierde no es solo dinero. Se pierde confianza. Y se pierde respeto por el proceso.

Pero más allá de la crítica fácil, la pregunta es:

¿Por qué pasa esto?

¿Es culpa del briefing?

En muchos casos, sí. Un briefing vago, ambiguo o poco trabajado genera propuestas desenfocadas. Pero eso no es culpa de la agencia. Si no se ha definido bien el reto, los objetivos, el contexto o los criterios de valoración, lo más probable es que ninguna propuesta acabe de encajar.

Y entonces llega la famosa frase: “Ahora que hemos visto lo que habéis hecho, tenemos más claro lo que queremos.”

Traducción: Gracias por ayudarme a pensar. Pero el coste lo asumís vosotros.

¿Es un problema de elección?

También. A veces el cliente no tiene claro qué tipo de agencia necesita: grande o pequeña, estratégica o táctica, digital o integral. Convoca a muchas sin criterio claro, esperando encontrar “algo que le encaje”. Es como hacer un casting sin saber el papel. ¿Resultado? Propuestas brillantes que no responden a una necesidad que nunca estuvo bien definida.

¿O simplemente es indecisión?

Puede ser. Y es legítimo. Pero no es profesional. Porque si estás tomando una decisión importante para tu marca, lo lógico es tener un proceso estructurado. 

No improvisar sobre la marcha. No pedir segundas rondas sin compensación. No convertir un concurso en un túnel sin fin.

¿Qué proponemos desde #ConcursosJustos?

  1. Briefings claros y bien estructurados desde el inicio. Si no está definido el reto, no lances el concurso.
  2. Procesos con fases claras. Si hay dos rondas, que estén previstas, comunicadas y valoradas.
  3. Compensación justa. Un segundo trabajo requiere tiempo y recursos: tiene que estar remunerado.
  4. Responsabilidad compartida. Si el problema está en el briefing o en el proceso, no se puede cargar todo el desgaste sobre la agencia.

Porque el valor del trabajo no está  solo en la idea.

Está también en el respeto al tiempo de los equipos, a la calidad del proceso y a la relación que se construye desde el primer mail.

Y porque, al final, un concurso justo  no es el que se gana o se pierde, sino el que se respeta.

Accede a la Plataforma aquí y descárgate la guía para un concurso justo aquí

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